En este contexto, puede ser útil recuperar una idea con siglos de historia: la dicotomía de control, un principio filosófico que nos ayuda a afrontar mejor el sufrimiento y la ansiedad.
La dicotomía de control proviene del estoicismo, una corriente filosófica que propone distinguir entre aquello que depende de nosotros y aquello que no. Esta distinción, que puede parecer simple, tiene un enorme poder en la vida cotidiana: centrarnos en lo que sí está bajo nuestro control y aceptar lo que no, puede ser un punto de inflexión en cómo afrontamos las dificultades.
En el caso de la enfermedad renal crónica y la hemodiálisis, hay muchos factores que escapan a nuestro control: el diagnóstico, la necesidad del tratamiento, los efectos secundarios, las restricciones alimentarias o el tiempo que debemos dedicar a las sesiones. Pero también existen aspectos que sí dependen de nosotros y que pueden marcar una diferencia significativa en nuestra calidad de vida:
Adherirnos al tratamiento de forma constante.
Cuidar nuestra alimentación y estilo de vida en la medida de lo posible.
Expresar nuestras emociones y buscar apoyo emocional cuando lo necesitamos.
Cuidar nuestras relaciones sociales y pedir ayuda cuando lo consideramos necesario.
Informarnos para tomar decisiones con mayor autonomía y confianza.
Aceptar que no podemos controlarlo todo no significa resignarse, sino redirigir nuestra energía hacia lo que sí podemos hacer. Esta actitud puede disminuir el estrés, ayudarnos a afrontar los días difíciles con mayor serenidad y mejorar nuestro bienestar emocional.
Desde nuestro equipo, trabajamos con cada paciente no solo desde el punto de vista médico, sino también desde un acompañamiento emocional que facilite esta mirada. Reconocer qué depende de nosotros y qué no, es una herramienta psicológica que favorece la adaptación, la resiliencia y, en última instancia, una mejor calidad de vida.
Agustín Toledo, psicólogo de Avericum.